A continuación os presentamos un
documento elaborado por el equipo político de la FUNDACIÓN TRIÁNGULO
(asociación que lucha por la integración social y la no discriminación de los y
las homosexuales) que quiere ser una aportación reflexiva a la necesidad de que
jóvenes y no tan jóvenes descubramos algunos mecanismos que los propagadores
del odio y de la intolerancia utilizan eficazmente, para que seamos capaces de
evitarlos y denunciarlos.
Introducción
Aquello que denominamos «estrategia del
odio» es sin duda el principal objetivo sobre el que consideramos que es
preciso actuar. Se trata no tanto de difundir un mensaje bienaventurado y
amable sobre las dichas de la tolerancia sino de denunciar el proceso por el
que las sociedades son cada vez más débiles ante las actitudes xenófobas y
discriminatorias. Nuestra experiencia nos indica que no es suficiente con
difundir sentimientos de respeto y consideración hacia la diferencia cuando
cada uno de nosotros se ve expuesto, diariamente, a discursos mucho más
elaborados y agresivos, que cuestionan el fundamento mismo de la convivencia
ciudadana. Podríamos dividir la estrategia del odio en cuatro pasos.
Paso 1º: Reducir la individualidad al grupo
Consiste en no
considerar a los seres humanos en su individualidad.
Estamos acostumbrados a incluir a las personas en comunidades cerradas y muy
definidas. Esto, que en sí es un capacidad humana, nos puede llevar a olvidar
que los grupos lo forman personas individuales y a partir de ese olvido
desencadenar la estrategia del odio.
El individuo es obligado así a disponer de
unas características, de un reclamo, de una etiqueta que lo define y limita,
que lo nombra y localiza, que lo compromete y ahoga. La comunidad así creada es
uniforme, sin contradicciones. La pureza se convierte en una obsesión y cuanto
más puro -menos «contaminado»- más respeto merece. Comprometido en la
reivindicación de lo propio como único y superior, el individuo se ve
condenado al enfrentamiento con lo diferente en vez de asumir su propia
e íntima diversidad. Las comunidades se enfrentan así, cada una convencida de
su razón, en una dialéctica infernal en la que el objetivo final sólo parece
ser la supervivencia de los grupos más fuertes, de los más astutos, de los más
poderosos.
Para ser una comunidad homogénea, hay que
identificar al "otro", al "distinto". Cuando cada uno de
nosotros se identifica de forma primordial y básica con su carácter diferenciador,
con su gen exclusivo o con su idea primaria está definiendo a su propio
contrario, está creando al «otro»; al «otro» como la negación, al «otro» como
el enemigo. ¿Quién es más blanco que el que no es negro?, ¿quién es más hombre
que el no afeminado?, ¿quién es mas sano que el que no es enfermo? La
«comunitarización» no sólo define al propio grupo sino que, automáticamente,
crea a otros grupos opuestos y los crea con la misma falacia básica y primaria
que ha necesitado para crearse a sí mismo.
Decenas de miles de judíos centroeuropeos
jamás pensaron que sus creencias y tradiciones tenían significado fuera del
ámbito familiar o espiritual hasta que el nazismo les señaló como culpables.
Fue el nazismo quién les redefinió como judíos, como únicamente judíos, como
exclusivamente judíos, pues sólo así podían engrosar la categoría de «enemigos».
La subjetividad, la particularidad de cada persona es, así, obviada para
entregarse a la locura alienadora de la clasificación, con un resultado que
confirmará su rareza, su exclusión de la norma. El homosexual es un
comportamiento sexual, el africano es un color de piel, el judío es
una raza (ni siquiera a veces una religión). Su diferencia le ha sido otorgada,
concedida, asignada; no tienen una religión, un color de piel o un comportamiento
afectivo-sexual, sino que son esa diferencia.
2º Paso: Menos Humanos
La segunda fase es la deshumanización del
«otro». El distinto, el extranjero, el foráneo, el raro, el diferente es
sometido a un progresivo proceso de deshumanización.
El otro no sólo es diferente sino que hay algo que no va bien en el otro.
Comienza así un proceso de difamación con la creación de falsas imágenes sobre
el «diferente» que van calando en el subconsciente
social, en cada uno de nosotros que vamos asumiendo los tópicos, los
estereotipos, referidos a lo que nos es extraño, a lo que nos es desconocido y
por tanto a lo que nos da miedo.
Así, los negros no eran (hay quién aún dice
no son) igual de inteligentes, los homosexuales son degenerados, contra
natura, los judíos son falsos, ambiciosos y avaros, los gitanos
traicioneros y sucios, los comunistas tenían, según prestigiosos psiquiatras,
estructuras inmaduras en sus procesos mentales, etc.
3er Paso: Sentimiento de amenaza
Una vez que la población, que consideramos
y se considera, normal, ha interiorizado la falta o la menor humanidad del
«otro», es decir su inferioridad, dar el siguiente paso de la «estrategia del
odio» es fácil. Los «otros» no sólo son inhumanos sino que además suponen
una amenaza. Así, los homosexuales (todos, como categoría) violan
niños y quieren destruir la familia, los judíos intentan controlar la economía
y utilizarla para sus fines bastardos, los emigrantes nos quitan el trabajo y
son delincuentes...
Privados de
existencia, inmersos de su diferencia como grupo, ya no se es una persona
individualizada, sino un judío, un negro o un homosexual. El distinto vive
convertido en un blanco estático, en el punto de mira del grupo de normales. En
el punto de mira, y esto es básico, no sólo de los iniciadores de la estrategia
del odio sino de personas comunes, frecuentemente las más desprotegidas
y especialmente en momentos de crisis. Cualquier persona puede caer en la
estrategia del odio, personas sin empleo, padres preocupados por sus hijos,
pequeños comerciantes asustados por la delincuencia, etc., pueden unirse a la
agresión y la discriminación, pero entendemos que no porque sean xenófobos,
homófobos o antisemitas, sino como reacción irracional ante lo que han interiorizado
como una agresión contra ellos. ¿Cómo es posible que personas corrientes se
conviertan en francotiradores, como en Bosnia?, ¿cómo es posible que familias
corrientes saliesen a apedrear e insultar a los judíos en la Alemania nazi?,
¿cómo es posible que padres de familia o taxistas salgan, en España, a linchar
magrebíes? La respuesta, creemos, no es tan simple como decir: son racistas,
son xenófobos, son homófobos.
4º Paso: Agresión
Definidos los
contendientes sólo queda que comiencen las hostilidades. Una vez interiorizadas
las ideas de deshumanización del «otro» y el miedo a la agresión que el «otro»,
se supone, está ejerciendo contra la sociedad, el distinto ya no es sólo
diferente sino que ha amenazado con su rareza, es agresor, es culpable.
La comunidad dominante ha de proceder a la
limpieza, a la restauración del orden, a la cura de la infección. Se inicia así
la espiral de la violencia, la materialización del odio que repetirá siempre
los mismo escenarios: la violencia callejera, el insulto, la agresión, la
discriminación legal, la exclusión administrativa, la criminalización, la
histeria bacteriológica, la profilaxis aisladora. Y también el silencio
acusador, la mirada de desprecio, el comentario despectivo, la broma insultante,
el gesto agresivo, la insensibilidad grosera, la puñalada, la paliza, la
violación... La discriminación en todas sus crueles maneras.
Algunas estrategias contra el odio
El odio entre "comunidades" y el
inevitable enfrentamiento, responden a problemáticas muy complejas que el análisis
que acabamos de ofrecer sólo ha podido tratar superficialmente. Sin embargo, nos
atrevemos a apuntar que quizás un camino cierto para combatir la estrategia del
odio esté en el descubrimiento de la diversidad como núcleo de la
convivencia social. Sólo individuos libres, conscientes de su complejidad y de
su propia e íntima diferencia, distintos a sí mismos y a los demás, pueden
acordar convivir en tolerancia.
Y este documento sólo intenta que no nos
veamos arrastrados una vez que alguien echa a rodar la estrategia del odio por
sus intereses políticos, económicos o de poder. ¿Qué habrías hecho tú en
Bosnia? Imagina ser, por ejemplo, serbio, imagina que no te crees lo de la
pureza de raza, ni la Gran Serbia, ni odias a tus vecinos musulmanes o croatas.
Pero un día todo empieza a rodar; te cuentan que los croatas han expulsado a
poblaciones serbias, que los bosnio-musulmanes están matando niños serbios en
Sarajevo. A pesar de eso sigues sin querer la guerra. Y un mal día, alguien
mata a un amigo tuyo. Los otros, han sido ellos, son culpables y entras
en la escalada. Ellos son los que os agreden, "ellos" que antes eran
personas, individuos, ahora son sólo grupo, o eres musulmán o eres croata o
eres serbio. ¿Tú con quién estás? Ellos, los otros, son los que te amenazan,
los que han perdido su humanidad matando niños, merecen lo que les pase. ¿Te
convertirás en francotirador contra civiles de los otros, para defender a los
tuyos? ¿Denunciarás a los tuyos que han hecho una matanza y los han enterrado
en fosas comunes? ¿O todo eso es sólo legítima defensa?
Estas cosas pasan, aprendamos a ver los
síntomas, los pasos de la estrategia del odio, desde el principio. Neguémonos a
ver sólo comunidades, veamos personas. Neguémonos a ver los tópicos de siempre.
Habrá personas gitanas que roben, pero también muchas personas payas. Habrá
personas homosexuales que violen, pero también personas heterosexuales. ¿No
sería mejor entonces decir: "Habrá personas que...." y dejarnos de
etiquetas típicas?
Creemos que no debemos caer en las
generalizaciones ni siquiera cuando son positivas del estilo "los
emigrantes son mis amigos". Esto lleva a que si un día te agrede un
"emigrante", se caiga el anterior planteamiento simplista, y lo peor,
quizás te lleve al otro falso extremo: "los emigrantes son
delincuentes", que es el perfecto caldo de cultivo para la extrema derecha
y la estrategia del odio.
En
definitiva, somos iguales, somos diferentes, somos personas. Creemos en los
grupos humanos: gays, judíos, asturianos, etc. pero no creemos en las
categorías cerradas. Creemos que las personas somos, en primer lugar,
individualidades que nos integramos cada uno/a de nosotros/as en multitud de
agrupaciones humanas que nos recuerdan nuestra propia e íntima diversidad. Y
sobre todo creemos en la construcción de una sociedad más justa, más
igualitaria, más tolerante. Por ello nos comprometemos en el antirracismo, en
la lucha por la igualdad y la tolerancia, no sólo por apoyar a los más
desfavorecidos o discriminados, sino porque la alternativa de los que odian la
diversidad humana, de los intolerantes, nos destruye también a cada uno y cada
una de nosotros.
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