domingo

ROMEO Y JULIETA


Una de las mejores versiones de Romeo y Julieta fue llevada al cine en West Side Story (1962). Anita descubre de pronto que María está enamorada del chico que mató a su novio. Pero el muerto era, también, además,el hermano de María. ¿Cómo se puede querer a un boy like that? La canción que lleva ese título plantea ese abismo al que nos asoma el amor y que tanto se parece al que nos acerca la filosofía.



Carlos Fernández Liria. Sexo y Filosofía. El significado del amor. Akal, 2020

Lo que en la obra de Shakespeare atrae nuestra atención es un esquema muy básico y desnudo de lo que ocurre en ese «instante» en el que uno se descubre «enamorado».

Romeo es un Montesco, un miembro de una importante familia de Verona, enemistada desde tiempos ancestrales con otra familia, los Capuleto, a la que pertenece, precisamente, la tal Julieta.Se da la desdichada circunstancia, además, de que al comienzo de la tragedia, Romeo mata en un duelo callejero a un Capuleto, que resulta ser el hermano de Julieta.

Ocurre, sin embargo -como veremos el amor siempre tiene que ver con un «sin embargo»-, que Romeo y Julieta se enamoran nada más verse. A partir de ese momento, se genera un completo cortocircuito respecto a todo lo que significa ser Montesco o Capuleto. Exagerando un poco, digamos que un Montesco se comporta siempre como un montesco: vive de forma montesca, Baila bailes montescos. Cocina a lo montesco, canta a lo montesco, folla a lo montesco, habla como los montescos y dice cosas muy montescas. Lo mismo pasa con un Capuleto, del que se espera que hable, coma, baile y viva en general de la manera propia de los Capuletos. Y, en este caso, resulta muy montesco odiar a los Capuletos, y muy capuleto odiar a los Montesco, tanto más cuanto que Romeo, precisamente, acaba de matar a uno de ellos, el hermano de Julieta. El amor entre Romeo y Julieta, ante todo interrumpe estas lógicas vitales. Las pone entre paréntesis o las deja sin efecto. Son dos metabolismos, el metabolismo de lo montesco y el metabolismo de lo capuleto, que sufren una mutación inesperada y contingente, pero radical, por la que ambos quedan interrumpidos.

Observemos un poco de cerca lo que ha ocurrido ahí. Es como si Romeo le dijera a Julieta: «bien, soy un Montesco al que corresponde odiar a los capuletos, pero eso ya no me importa, cuando estoy contigo eso ya no cuenta, ya no me interesa». Y lo mismo diría Julieta respecto a su ser Capuleto. Se dirá que nadie es tan montesco o tan capuleto para serlo todo el rato y en toda circunstancia. Pero pensemos en los requisitos más mínimos e imprescindibles para que una declaración de amor funcione como tal, pensemos por un momento en cualquier cosa que tengamos que decir para que se pueda resumir en un «te amo», o quizá -eso da igual ahora- en un simple «te deseo». No sería una bonita declaración de amor decir algo así como «eres mi media naranja», «he descubierto que encajamos muy bien el uno con el otro», quizá, quién sabe, para poder compartir una vida juntos durante mucho tiempo. Esto puede ser una fórmula de cierto tipo de matrimonios, pero no es una declaración de amor. Decir algo así como soy pobre, pero como tú eres rica, encajamos bien el uno con el otro, no resulta muy adecuado. O «creo que un catalán como yo podría encajar muy bien con una andaluza como tú»; o, quizás, «creo que los neuróticos obsesivos como yo, solemos encajar bien con las histéricas agorafóbicas como tú...de todos modos, podemos consultar a nuestros respectivos psiconalistas sobre si lo nuestro podría tener futuro». Estas cosas puede  ser interesante tenerlas en cuenta a la hora de vivir, pero cualquiera  entiende que las declaraciones de amor no van por ese camino

Cuando un amante declara a su amado: «acabo de descubrir por qué te amo», se puede decir que ya va por mal camino. Acabo de descubrir (en mi última sesión de psicoanálisis, por ejemplo) que te amo por que eres morena como mi madre y tienes las orejas de soplillo como mi padre, eso es tanto como decir que acabo de descubrir que no te amo, sino que más bien te he incorporado a mi metabolismo neurótico, porque tus síntomas encajan muy bien con los míos.

Nunca podría ser una declaración de amor algo del tipo «te amo porque soy pobre, si fuera rico, ya me lo pensaría», «te amo porque soy blanco, si fuera negro, vete tú a saber», «te amo por que soy católico, si fuera protestante o musulmán, seguramente no te amaría», «te amo porque soy de izquierdas, no creo que te amara si yo fuera de derechas», «te amo porque soy neurótico obsesivo, no sé qué pasaría si fuera un histérico bipolar», «soy hombre, si fuera mujer por supuesto que no podría amarte». Este tipo de análisis económicos, sociológicos, psicológicos, culturales o religiosos, son muy comprensibles vitalmente y son de interés quizás para los sociólogos, los historiadores, los antropólogos o los psicólogos. Pero cualquiera rumba de los Chichos, cualquier tango argentino, cualquier vallenato o cualquier bulería gitana sabe perfectamente que para montar una declaración de amor que realmente funcione no hay más remedio que decir algo así como esto: «Es imposible no amarte». «Es imposible no amarte» se traduce de inmediato en un «soy pobre, pero si fuera rico, te amaría igual», «soy payo, pero si fuera gitano, también te amaría», «soy hombre, pero si fuera mujer, me importaría un bledo y te amaría exactamente igual», «contigo ya no sé si soy protestante o católico o ateo, sólo sé que te amo», «ya no recuerdo si mi madre era morena, ahora sólo te veo a ti» (…)

Caemos en la cuenta de que un amante empeñado en confeccionar una declaración de amor tiene siempre que reconocerse libre(...) El amor exige la libertad, es un asunto de personas libres que amando se sienten más libres que nunca, tanto que a veces sienten todos sus condicionamientos y sus idiosincrasias vitales como una mezquina esclavitud. No sería muy lógico que Romeo le dijera a Julieta:  «te amo, pero no tanto como para olvidar que soy un Montesco por encima de todo ( y que, por tanto, no te amo, como corresponde a un buen Montesco). El amor te arranca siempre de ti mismo.

Esto de que el amor sea un asunto de personas que se sienten radicalmente libres es algo paradójico y tiene algo de milagroso, porque, visto desde fuera, parece todo lo contrario. Allí donde (los amigos, la familia y espectadores de todo tipo) ven la máxima esclavitud, los amantes viven la más completa libertad (…) Pero es que el amor, qué le vamos a hacer, tiene algo de abismo. Los que lo contemplan como espectadores ven que los amantes dejan de depender de todo aquello que define o sostiene sus vidas: su condición económica, su religión, su sexo y los arquetipos de comportamiento que le corresponden, su raza, su color, su condición social, cultural, familiar «o de cualquier otra índole». Ven, así, a unas personas que sacrifica sus vidas esclavizados por el deseo. Los amantes, significativamente, están viviendo todo lo contrario: al encadenarse al deseo se sienten liberados de todo aquello que les esclaviza: su «raza, color, sexo, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición» (artículo 2 ella Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948).

Es algo notable: mientras todo el mundo cantaba un cenizo tango, el amor ha escrito por sí solo la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esto es lo que tiene el amor de muy inteligente, o mejor dicho, de filosófico.

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