por Paco Espadas
El marxismo no es
solo una teoría de la historia y de la sociedad. Tras el pensamiento de Marx
hay, fundamentalmente, un impulso ético,
una voluntad de transformación social que parte de la denuncia de
las injusticias e incoherencias de un
sistema de producción – el capitalista – basado en una organización del trabajo
en la que el ser humano no se realiza sino que se «aliena». Estar “alienado” o
“enajenado” significa encontrarse en una situación radicalmente extraña,
impropia de una persona. La alienación siempre disfraza la realidad para evitar
que los oprimidos tomen conciencia de su situación y la cambien.
La
alienación económica
La alienación económica
consiste en el hecho de que las personas, en la realización de su trabajo, se
deshumanizan, se desposeen de sí mismas y se transforman en cosas, en piezas de
una maquinaria de producir riqueza y “espíritu” para los propietarios de los medios de producción y miseria
y estupidez para los trabajadores. En la sociedad capitalista, el trabajador
sufre una doble enajenación: por un lado, aquello que produce no sólo no le
pertenece sino que, al convertirse en capital (cualquier cosa que en conjunción con el trabajo produce bienes destinados al consumo), se convierte en instrumento de
explotación porque el capitalista lo emplea en adquirir más medios de
producción y eso significa menos posibilidades de trabajo libre para los
trabajadores. Por otro lado, el acto mismo de trabajar es un acto enajenante o
alienante: los trabajadores raramente desarrollan sus capacidades intelectuales
y espirituales, sino que son utilizados en actividades rutinarias dentro de un
complejo entramado industrial en el que tienen la sensación de ser piezas
absolutamente prescindibles y en continua competencia con otras
piezas/trabajadores.
La plusvalía
En el sistema de
producción precapitalista o de intercambio, explica Marx, el productor vende
sus mercancías y obtiene dinero con el cual compra lo que necesita. Se expresa
con la fórmula: M - D - M. En el sistema de producción capitalista el modelo se
altera. Con un determinado dinero se produce una mercancía que permite obtener
una cantidad de dinero superior a la inicial. Este modelo se expresa con la
fórmula: D - M - D', considerando que D'>D. En la diferencia entre D' y D se
concretaría la plusvalía comercial. El propietario justifica esta práctica
alegando que el valor del producto no sólo encierra el valor del trabajo del
obrero, sino que a éste hay que añadirle el valor de los medios de producción
(maquinaria, instalaciones...). Como éstos pertenecen al propietario, es justo
que sea él quien se beneficie de ellos. Marx denuncia esta práctica, por un
lado, como una apropiación ilegítima puesto que los medios de producción son
sociales y no particulares al haber sido producidos por los trabajadores; y,
por otro, como el factor desencadenante de las contradicciones que acabarán con
el sistema capitalista basado en la propiedad privada: cuanto más trabaja el
obrero, más rico hace al empresario; cuanto más rico es el empresario, más se
empobrece al trabajador.
Pero la propiedad privada nos ha hecho tan estupidos que sólo entendemos la naturaleza como un mundo para explotar y convertir en capital que, a su vez, nos permita poseer privadamente más mundo, más naturaleza. Esa es la esencia de la deshumanización histórica sufrida por el ser humano: entender la naturaleza como algo hostil y a los demás seres humanos como rivales y competidores por la dominación de la naturaleza, por la acumulación privada de riquezas. Y esta enajenación es la que pretende superar el comunismo del futuro rompiendo los dos goznes sobre los que se sostiene la propiedad privada: el trabajo asalariado y el capital. La Historia, inevitablemente, producirá esta superación: el capitalismo ha generado una fuerza descomunal y tan sumamente desarrollada (el proletariado) que puede satisfacer las necesidades de todos sin apoyarse en los trucos del viejo sistema. El capitalismo es un zombi. Es lento y molesto, y aún es peligroso; pero jamás podrá dominar el mundo
Pero la propiedad privada nos ha hecho tan estupidos que sólo entendemos la naturaleza como un mundo para explotar y convertir en capital que, a su vez, nos permita poseer privadamente más mundo, más naturaleza. Esa es la esencia de la deshumanización histórica sufrida por el ser humano: entender la naturaleza como algo hostil y a los demás seres humanos como rivales y competidores por la dominación de la naturaleza, por la acumulación privada de riquezas. Y esta enajenación es la que pretende superar el comunismo del futuro rompiendo los dos goznes sobre los que se sostiene la propiedad privada: el trabajo asalariado y el capital. La Historia, inevitablemente, producirá esta superación: el capitalismo ha generado una fuerza descomunal y tan sumamente desarrollada (el proletariado) que puede satisfacer las necesidades de todos sin apoyarse en los trucos del viejo sistema. El capitalismo es un zombi. Es lento y molesto, y aún es peligroso; pero jamás podrá dominar el mundo
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