Tradición Por Rosa Montero
EL PAÍS - Última - 13-09-2005
Aquí estamos, una vez más, en el día de la náusea y la barbarie.
Como todos los segundos martes de septiembre, hoy vuelven a torturar lentamente
a un toro hasta la muerte, atravesándole salvajemente con lanzas de tres metros
de longitud, pinchándole y tajándole por todas partes en esa orgía de sadismo
demencial que algunos energúmenos insisten en llamar fiesta tradicional.
Estoy
hablando del Toro Alanceado de Tordesillas, una brutalidad que vuelve a colocar
a esa hermosa e histórica villa en el punto de mira del desprecio internacional
y de la vergüenza. ¿Por qué permitir que un puñado de zopencos sin escrúpulos
(porque estoy segura de que la mayoría de los habitantes de la zona no
disfrutan de esta salvajada) vuelvan a ensuciar el prestigio y el nombre de la
ciudad, haciéndola sinónimo de la violencia más perversa, de la delectación en
el dolor de los verdugos? El toro de 2000, por ejemplo, fue traspasado de un
costado a otro por una lanza, y así, ensartado como una aceituna, aguantó aún
de pie 35 minutos mientras le seguían hurgando, taladrando y mutilando con cien
hierros más. ¿De verdad es este el espectáculo que quieren ofrecer como muestra
de la cultura y el carácter de Tordesillas? ¿De verdad son
estos los valores que quieren inculcar a sus hijos? ¿La ausencia total de
compasión, el desprecio al sufrimiento, el regocijo ante la tortura de un ser
vivo?
La única justificación
que ofrecen de esta atrocidad injustificable es que es "tradicional",
es decir, antigua. Y tanto. Es enormemente antigua y primitiva, perteneciente a
un mundo feroz que, por fortuna, nuestra sociedad ha ido superando poco a poco.
Esos verdugos que se solazan agujereando las tripas del toro no aceptarían sin
embargo otras tradiciones, como, por
ejemplo, que el noble feudal desvirgara a sus hijas por el antiguo derecho de
pernada, o que ellos mismos pudieran ser colocados en el potro y descoyuntados,
sin juicio previo, por cualquier menudo enfrentamiento con el poder (hasta el
siglo XVIII, la tortura era algo totalmente aceptado). En fin, todas esas tradiciones tan estupendas y tan
medievales de las que la salvajada del Toro de Tordesillas no es más que un
repugnante y obsoleto residuo.
MURAL
Es intolerable
La autora del texto se muestra muy crítica con la justificación de
conductas bárbaras, salvajes o estupidas apelando a que son “tradicionales”, es
decir, “muy antiguas”. Buscad una información – gráfica o
escrita – que refleje alguna de esas
tradiciones con las que no deberíamos ser tolerantes, por muchas personas que
las acepten o por mucho tiempo que lleven aceptándose. Con
todas las que encontréis confeccionaremos un mural-protesta
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