Fuente: web Filópolis
La inmensa mayoría de hombres y mujeres que han vivido desde la aparición
evolutiva del homo sapiens han formado parte de comunidades
o sociedades en las cuales esta mayoría no tenía derechos.
Una minoría, esto sí, tenía privilegios.
¿Y quien constituía esta minoría? Los más fuertes, los más
astutos, los más capaces de imponerse a los otros y mantenerse. Estos
se hicieron llamar los primeros o los mejores; en griego, los aristos
(de aquí la palabra aristocracia); en latín, los nobles.
Esta situación no igualitaria la encontramos en Egipto, en Mesopotamia, en Babilonia, en
Grecia, en el mundo romano,... El libro más antiguo de Occidente, la Iliada de Homero, ya nos muestra esta diferenciación: los nobles,
además de ser los mejores, son los buenos; el resto, no
cuenta. Se impone la ley del más fuerte.
A pesar de esto, desde muy antiguo se han elaborado legislaciones
que estipulan qué tiene que hacer cada uno y qué no puede hacer
en función de su posición en la sociedad. Estas legislaciones
o códigos son un reflejo de la situación y, consecuentemente, consagran
los privilegios de la minoría y las cargas de la inmensa mayoría.
Así, el Código de Hammurabi establecía muchos derechos para los señores, algunos
para los plebeyos y muy pocos para los esclavos,
unos derechos que no están fundamentados en nuestra concepción de la justicia.
Junto a esta situación tenemos referencias a un pasado
perfecto y feliz, a una época de oro o a un idílico paraíso. Seguramente
estas expresiones utópicas representan el sueño
de un mundo mejor para todos; suponemos que, tanto para los fuertes
o nobles como por el resto, la situación presente no era satisfactoria
y se aspiraba a un mundo más justo. Recordamos que el escritor romano
Plauto ya describía el ser humano como un ser en conflicto y rivalidad,
afirmando que cada uno de nosotros es un lobo por el otro (Homo
homini lupus).
Un experimento que duró poco
La democracia fue un invento
griego; el camino hacia ella estuvo lleno de obstáculos y básicamente
consistió en un proceso de arrancar privilegios
a la aristocracia. Primero, se escriben y publican las leyes; una
vez establecida la voluntad de los más fuertes, se inicia el lento y violento
proceso de cuestionarlas, debatirlas y mejorarlas.
Así, el -624 se publican las leyes de Dracón, leyes muy duras que permitían, por ejemplo, exigir la esclavitud a quien no pagaba una deuda (todavía hoy se utiliza la expresión "draconiano" para indicar que una ley es de severidad excesiva). Posteriormente, se reduce el poder del aristocracia con la constitución de Solón, constitución que abolió gran parte de las leyes draconianas. Es con las reformas de Clístenes, hacia el -510 y después de conflictivos años de tiranía, cuando se introduce el concepto clave de la democracia, el concepto de isonomia o ley igual, es decir, que las mismas leyes rijan para todos, pobres o ricos, de apellido humilde o de apellido noble. Y, finalmente, con Pericles la democracia llega a ser efectiva y directa, arrancando a la aristocracia sus últimos privilegios. A partir de ahora, todos los ciudadanos tendrán los mismos derechos; unos cargos públicos serán ocupados por los más votados y otras serán asignados por sorteo.
Así, el -624 se publican las leyes de Dracón, leyes muy duras que permitían, por ejemplo, exigir la esclavitud a quien no pagaba una deuda (todavía hoy se utiliza la expresión "draconiano" para indicar que una ley es de severidad excesiva). Posteriormente, se reduce el poder del aristocracia con la constitución de Solón, constitución que abolió gran parte de las leyes draconianas. Es con las reformas de Clístenes, hacia el -510 y después de conflictivos años de tiranía, cuando se introduce el concepto clave de la democracia, el concepto de isonomia o ley igual, es decir, que las mismas leyes rijan para todos, pobres o ricos, de apellido humilde o de apellido noble. Y, finalmente, con Pericles la democracia llega a ser efectiva y directa, arrancando a la aristocracia sus últimos privilegios. A partir de ahora, todos los ciudadanos tendrán los mismos derechos; unos cargos públicos serán ocupados por los más votados y otras serán asignados por sorteo.
Pero la democracia no se estableció por todo el
mundo griego o helénico. Este, estaba constituido por cientos de
polis o ciudades independientes; unas, ciertamente, siguieron el
modelo democrático de Atenas, pero en otras polis
se mantuvo el régimen aristocrático siguiendo el modelo
de la militarista Esparta.
Para los ciudadanos de Atenas, su democracia
estuvo confirmada por los dioses. ¿Cómo se entiende ésto?
Pues que los atenienses, pocos pero democráticamente cohesionados, derrotaron,
fuera de toda esperanza, al gran y aristocrático ejército del rey
persa Dario en la batalla de Maratón; tan importante es este acontecimiento
que todavía hoy lo evocamos en la prueba que lleva este nombre en los
juegos olímpicos.
La democracia griega fue una conquista innovadora.
Es ley de la naturaleza que se impongan los más fuertes, los más espabilados,
los más ricos,... no todos los ciudadanos. Era una democracia
directa en la cual todo el mundo intervenía en la toma de decisiones,
no representativa como la nuestra. Además de isonomia, la
misma ley para todos, había isegoria
(iso + ágora), es decir, igualdad en el derecho a hablar en el
espacio público o ágora; también isoteleia, igualdad
a la hora de pagar impuestos; y también isocratia, igualdad
en el acceso a cargos públicos.
Los atenienses optan por la igualdad, ahora bien, se trataba de una igualdad sólo entre los que eran ciudadanos de la polis. Estos sí que contaban y tenían derechos; pero dentro de esta categoría no figuraban las mujeres, ni los extranjeros, ni los esclavos; todos éstos estaban privados de los derechos que compartían los ciudadanos.
A pesar de ser una democracia incompleta, supuso una mejora en la gestión de las relaciones humanas; una mejora que duró poco. Con el Helenismo (finales del siglo IV antes de Cristo), la organización democrática de la vida social será arrinconada de la historia durante siglos y siglos: era un experimento incompleto pero todavía demasiado revolucionario. La reimplantación contemporánea de la democracia ha pasado por nuevos obstáculos y nuevas luchas volviendo a arrancar privilegios a los fuertes. En la historia de la humanidad, a lo largo de milenios y siglos, ha dominado la desigualdad y la ausencia de derechos para la mayoría; las democracias han sido una excepción.
Los atenienses optan por la igualdad, ahora bien, se trataba de una igualdad sólo entre los que eran ciudadanos de la polis. Estos sí que contaban y tenían derechos; pero dentro de esta categoría no figuraban las mujeres, ni los extranjeros, ni los esclavos; todos éstos estaban privados de los derechos que compartían los ciudadanos.
A pesar de ser una democracia incompleta, supuso una mejora en la gestión de las relaciones humanas; una mejora que duró poco. Con el Helenismo (finales del siglo IV antes de Cristo), la organización democrática de la vida social será arrinconada de la historia durante siglos y siglos: era un experimento incompleto pero todavía demasiado revolucionario. La reimplantación contemporánea de la democracia ha pasado por nuevos obstáculos y nuevas luchas volviendo a arrancar privilegios a los fuertes. En la historia de la humanidad, a lo largo de milenios y siglos, ha dominado la desigualdad y la ausencia de derechos para la mayoría; las democracias han sido una excepción.
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