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CONOCIMIENTO VS ESPECULACIÓN


Por Jesús Mosterín


La noción del saber es más estricta y estrecha que la del mero pensar u opinar. La palabra ‘ciencia’ es un calco del latín scientia, derivado del verbo scire, saber. Casi todos (excepto algunos primitivos y postmodernos) preferimos el saber. Tan grande es su prestigio que los que predican algo suelen disfrazarlo de ciencia. Los predicadores por antonomasia, es decir, los dominicos, expresan sus ideas teológicas en una revista titulada La ciencia tomista. En las facultades de Filosofía de la Unión Soviética había siempre un departamento de Comunismo Científico. Incluso los charlatanes y nigromantes pretenden practicar las ciencias ocultas: ocultas, sí, pero ciencias.
La filosofía surgió en Grecia con el intento de separar el grano de la paja en el orden cognitivo, es decir, con la distinción entre conocimiento sólido (episteme) y opinión infundada (doxa). Esta preocupación atraviesa la historia de la filosofía y en cierto modo culmina con las discusiones de los años 30 del siglo XX en torno al llamado problema de la demarcación. Demarcar un terreno es señalar sus lindes o confines, trazar la frontera que lo separa de otros. Cuando los filósofos de la ciencia hablan de ello, se refieren a la búsqueda de un criterio que sirva para separar la ciencia fiable de la mera especulación. Los positivistas lógicos del Círculo de Viena enfatizaron el contraste entre la ciencia rigurosa, fiable y empíricamente contrastada y los mitos, especulaciones metafísicas, ideologías y meras opiniones arbitrarias. Como moraleja, trataban de acercar la filosofía a la ciencia sólida y alejarla de la especulación quimérica. 

Wittgenstein, Carnap, Ayer y otros propusieron el criterio verificacionista de demarcación: solo los enunciados o teorías que son potencialmente verificables serían enunciados científicos (o con sentido). Pero, como señaló Popper, este criterio no funciona, pues las leyes y teorías de la ciencia son enunciados generales y, por tanto, no son verificables; sí son refutables, pues basta con descubrir un caso en que no se cumplen para quedar falsadas. Por eso Popper propuso el criterio falsacionista de demarcación: solo los enunciados o teorías refutables serían científicos. Tampoco funciona, pues la ciencia contiene muchos enunciados existenciales (“hay una partícula con tales propiedades…”) verificables pero no refutables. Alguien propuso que los enunciados fueran verificables o refutables, pero ni eso lo cumplen los enunciados científicos complejos, en cuya forma lógica se alternan cuantificadores existenciales y universales. Al final queda la exigencia de algún tipo de contrastación con la realidad empírica, a la que siempre se concede la última palabra.

Los neopositivistas pensaban en no-ciencias como la religión, la astrología, el psicoanálisis, el marxismo o la metafísica. Pero hoy la frontera de la fiabilidad epistemológica no pasa solo por el borde entre ciencia y metafísica, sino también dentro del dominio de la ciencia (en sentido sociológico). Algunas cosas que dicen los científicos las sabemos, pues se basan en datos y teorías científicas bien contrastadas. Pero a menudo se arriesgan a proponer teorías especulativas con poco o nulo apoyo empírico que, aunque fascinantes y necesarias como semilleros del progreso científico a largo plazo, son poco fiables y no forman parte aún de la ciencia en sentido fuerte. 

En cada área de la física, la situación teórica actual se caracteriza por la interacción entre el modelo estándar y la nube de hipótesis especulativas que lo rodea. El modelo estándar (por ejemplo, el de la física de partículas o el de la cosmología del big bang) está constituido por una serie de teorías bien establecidas y consistentes entre sí que, en conjunto, permiten explicar gran parte de los datos observados, así como predecir resultados empíricos antes no detectados. Y ningún dato conocido contradice las consecuencias del modelo estándar. Este subyace a la enseñanza universitaria, a la investigación científica y a las aplicaciones tecnológicas. 

Un modelo de algo es una máquina para generar respuestas a las preguntas que nos hacemos acerca de ese algo. El modelo estándar determina las respuestas que da la ciencia a esas preguntas en un momento dado. Fuera del modelo estándar, los científicos imaginativos proponen nuevas teorías especulativas e hipótesis audaces (como la teoría de supercuerdas, la inflación eterna o el multiverso) pero ayunas de contrastación y con frecuencia incompatibles entre sí. Sus promotores las desarrollan y tratan de arrancarles predicciones contrastables. Si tienen éxito, la teoría pasa a incorporarse al modelo estándar, que sufre los reajustes necesarios y genera los correspondientes cambios en los libros de texto. 

Las especulaciones juegan un papel necesario en la dinámica científica, como posibles locomotoras del progreso. No hay que despreciarlas, pero tampoco hay que confundirlas con los resultados bien establecidos que conforman el modelo estándar y que son los únicos que merecen ser incorporados a nuestra cosmovisión racional.

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