lunes

NO ME ACUERDO DE OLVIDARTE



Leonard (Guy Pearce), antiguo agente de seguros, no puede guardar nuevos recuerdos a causa de un brutal golpe recibido en la cabeza. A modo de epitafio, su memoria se ha detenido en un hecho trágico: la violación y muerte de su esposa. El suceso le dejó  atrapado para siempre en el dolor y en el odio. Por eso, aunque corra el riesgo de no poder acordarse de ello, Leonard sabe que tiene que vengar el crimen. Para ello crea un complejo sistema de pistas, que se va dejando a sí mismo, y que le permitirá recordar los avances de su investigación. Anotaciones, Polaroids, tatuajes en la piel y los automáticos ‘condicionantes’son los únicos apoyos que tiene para lograr su objetivo sin que las mentiras de la gente que le rodea, ni siquiera las suyas propias, reescriban sin piedad su patética historia, una y otra vez.

martes

EL EîDOS CAPITAL


El gran olvido del Sr. Peel. 

Por Carlos fernández Liria

Los postmodernos se “han olvidado” del capital. Cuestión de memoria. ¡Cuestión precisamente de esa particular “memoria” que Platón llamó pensamiento! La postmodernidad se propone “saber vivir”. Pero, por mucho que uno no pueda “vivir” sin gemir por el paro o sin indignarse ante la tortura, por mucho que uno tenga la honradez de votar “no” a la OTAN o de denunciar el expolio perpetrado al obrero al no subirle un punto más su sueldo, “saber vivir” seguirá siendo, como era para Platón, renunciar al pensamiento. Es decir: renunciar a ese nivel en el que un obrero es un obrero, un banquero es un banquero y un capitalista es un capitalista, ese nivel en el que, situados ante “aquello que hace bellas las cosas bellas” e “injustas las cosas injustas”, podemos por primera vez indignarnos ante la injusticia “invivible” que supone el que un obrero sea obrero, por bien o mal que le trate la patronal. También en la “caverna” son posibles los lloriqueos humanistas antes los banqueros sinvergüenzas, ante los empresarios sin escrúpulos, ante los sanguinarios, crueles, cínicos y mentirosos, ante los torturadores sin entrañas o ante los militares golpistas. Pero sólo “fuera de la caverna”, solo en el pensamiento o en la acción revolucionaria, es posible indignarse ante aquello que hace banquero a un banquero, capitalista a un capitalista, obrero a un obrero y militar a un militar. Por eso hablamos en su momento de una “renuncia al pensamiento”, porque a un obrero se le puede tocar, se le puede matar, se le puede torturar, se le puede subir el sueldo o incluso se le puede besar, pero aquello que hace obrero a un obrero es “invivible”: sólo se puede pensar.