domingo

SER DE IZQUIERDAS




La izquierda apuesta por el cambio social siempre que amplíe el número de los beneficiarios de la vida en común. También cada vez que solvente una situación de subalternidad. De izquierdas, según este criterio, serían Aspasia, la maestra de Pericles, Espartaco, el Jesucristo del Sermón de la Montaña, Thomas Müntzer y sus campesinos levantados contra los príncipes, Manuelita Sáez y Túpac Katari enfrentados a la conquista española, Robespierre y Olympe de Gouges, los negros insurrectos de Haití comandados por Toussaint de Louverture, las comunards de París, Rosa Luxemburg, Lenin y Trotsky, Sandino, los revolucionarios de octubre del 34 o los luchadores en armas contra la dictadura de Franco. Era más fácil ser de izquierdas en el pasado. Miramos la historia con grandes trazos y eso siempre facilita las categorías.

¿Era de izquierdas Stalin? ¿Y Felipe González, asesor del hombre más rico del mundo?¿Y un sindicalista imputado por un uso indebido de fondos públicos? ¿Es de izquierdas alguien que le impide a las generaciones futuras disfrutar de un medio ambiente sano? ¿Y quien lucha contra la explotación laboral o contra el imperialismo norteamericano pero usa servicios de prostitución o desprecia a los inmigrantes? ¿Lo es quien en nombre de fines de inclusión ejerce la violencia, articula organizaciones autoritarias, obliga a sacrificios no consensuados o usa a las personas como piezas de sus objetivos liberadores? ¿Y quien olvida que una de cada dos personas en ese mundo de emancipación es mujer?

La izquierda es un aire de familia. Es más fácil que sea de izquierdas un programa político que un partido. Una evocación que una persona. La realidad siempre es mestizada y todos estamos llenos de contradicciones. Por eso hace fortuna decir "arriba o abajo". Aunque tiene los mismos problemas. Como si los subalternos tuvieran cualidades morales superiores sólo por estar sometidos. 

Ser de izquierdas, en cualquier caso, exige no ser egoísta. No hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Tener empatía, incluso con los que no han nacido y con otras especies. Dialogar constantemente la felicidad personal con la felicidad del grupo. Tener coraje para frenar a los abusadores. Buscar un equilibrio -que nunca será fijo- entre la libertad individual y la responsabilidad con el colectivo. Dejar que cada persona sea libre para tomar sus propias decisiones, enseñar a que cada cual sea consecuente con sus actos y exigir que sea responsable de los mismos. Y convertir todas estas intenciones en realidades sociales. No es extraño que haya tanta gente de derechas.

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