jueves

¿SON JUSTAS LAS DESIGUALDADES?


Juan Carlos Monedero. Curso urgente de política para gente decente, 2013

¿Es justo que un futbolista de éxito gane más que el resto de losmiembros de su equipo?¿Es justo que un futbolista gane más que una maestra o que alguien que investiga el cáncer? ¿Es justa una sociedad donde los estímulos generan desigualdades?
Imaginemos una situación donde no supiéramos cuál será nuestra identidad, nuestra riqueza, nuestras cualidades personales, nuestros intereses como grupo, es decir, una situación donde un “velo de ignorancia” nos impidiera saber nuestra suerte futura. ¿No escogeríamos acaso como justo un mundo donde ninguna de esas características fuera relevante para el desempeño de la vida? Si no supiéramos si vamos a caer en la casilla de la pobreza o de la riqueza, ¿no entenderíamos como justa una sociedad donde nacer entre algodones o en el suelo no actuara como mérito ni demérito? Si no supiéramos el color de nuestra piel o la condición de nuestro sexo, ¿no entenderíamos que no debieran ser raza ni género elementos de ventaja o desventaja? Si escogiéramos bajo el velo de la ignorancia los principios rectores de nuestra sociedad, parece sensato entender que rechazaríamos cualquier privilegio y nos guiaríamos por la equidad, pues nadie quiere un perjuicio para sí mismo. Llegaríamos así a un lugar aproximado de lo que debe ser la justicia y, de ahí, a las instituciones que deberíamos crear acordes con esa idea de justicia.

Hay detrás dos principios de justicia, dice Rawls, que están, al menos como promesa, presentes en nuestras sociedades: primero, cada persona tiene derecho a un conjunto de libertades básicas compatible con unas libertades similares para todos. En segundo lugar, si existen desigualdades deben satisfacer dos condiciones: que esa desigualdad esté al alcance de cualquiera (cualquiera debe poder entrar de botones en la compañía y salir de director general de la misma), y que las desigualdades beneficien de alguna manera a los miembros menos aventajados de la sociedad (está bien pagar un salario más alto a los directivos si de esa manera la empresa prospera).
¿Es justo ofrecer incentivos económicos para que la gente sea más diligente y productiva? ¿No genera esa desigualdad desconfianza en la vida social? No hay problema, nos diría Rawls, porque el resultado final beneficia al conjunto de la sociedad. La gente decente, sin embargo, se rasca la cabeza. Parece evidente que en este caso desaparece la voluntad espontánea de hacer bien las cosas, aunque esa voluntad también beneficia a la sociedad en su conjunto (…) Trasladémoslo a la educación de los jóvenes ¿Entregándoles incentivos o enseñándoles lo que es justo? Si debemos esperar que un niño o un adolescente haga lo que está bien porque va a recibir un premio o un castigo, un extra o una sanción, estamos sosteniendo la moral social sobre cimientos poco sólidos (...)
¿Todos los que destacan lo hacen porque son realmente mejores o porque algún tipo de azar les permitió desarrollar esas habilidades?¿Y fue un azar, una lotería genética familiar o fruto de una situación social sostenida por todos los miembros de la misma? Parece evidente que cuando un país dedica más dinero al deporte, termina ganando más medallas en las competiciones internacionales. No es una cuestión de destello personal: es apoyo social. No hay estrellas, en cualquier caso, que brillen si no hay conjunto. Y eso es válido tanto dentro del propio equipo – el máximo goleador no puede meter los goles solo – como en toda la liga de fútbol – hacen falta más equipos, diferentes ligas, cantera, campos en los barrios.

Todos hace falta para que exista el fútbol, pero solo unos pocos tienen la gloria. Este esquema se traslada a la sociedad. Solo el éxito tiene reconocimiento. No basta hacer bien las cosas, entender la importancia de los demás, dar lo mejor de nosotros por respeto al grupo.

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