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DIOS HA MUERTO, VIVA EL SUPERHOMBRE por Paco Espadas


Nietzsche es, junto con Marx y Freud, el tercer gran pensador contemporáneo de la sospecha. La sospecha de Marx y Engels fue de cariz socioeconómico: en el corazón del sistema capitalista late sufrimiento, enajenación y explotación. La sospecha de Freud será de cariz psicológico: bajo las más nobles ideas y los más buenos sentimientos laten impulsos violentos, irracionales e inconscientes. La sospecha de Nietzsche es mucho más radical: asistimos al final de una civilización que, desde Sócrates, ha renegado de la vida y de los valores vitales, ha huido hacia un falso mundo real más allá del mundo terrenal y ha elegido la razón en lugar de los instintos, el espíritu en lugar del cuerpo y la moral del rebaño en lugar del culto a la diferencia

¿Por qué se crean los “trasmundos”? Porque se produce la decadencia de la vida. La duplicación de la realidad es síntoma, a juicio de Nietzsche, de decadencia, de temor a asumir la verdadera naturaleza del mundo; es síntoma de espíritus débiles que tienen miedo a la vida, es decir, a los instintos, a la muerte, a la lucha, al devenir, al continuo aparecer y desaparecer de las cosas. Es precisamente en Sócrates donde se origina esta decadencia: la razón suplanta en él a la vida, lo dionisíaco (la alegría exuberante de vivir, la exaltación de la vida) es sustituido por lo apolíneo (el orden, la armonía, la racionalidad); la razón y no los instintos se convierten en norma de conducta. Platón y el cristianismo concluyen con éxito el trabajo de Sócrates, pero ha llegado la hora de ajustar cuentas con los negadores de la vida proclamando la muerte de Dios y la venida del superhombre
Dios ha muerto…
La expresión “muerte de Dios” es la gran metáfora que expresa la desaparición de las verdades absolutas, de las ideas inmutables y de los ideales morales que guiaban la vida humana. Dios representa todo aquello que es suprasensible, representa todos los idealismos, representa las grandes creencias o verdades que atraviesan toda la historia de Occidente.
Dios ha muerto. Los viejos y más elevados ideales ya no impulsan las vidas de las personas, han perdido su fuerza. El asesinato de Dios inaugura un tiempo nuevo: un tiempo sin ideales, principios o valores erigidos sobre nuestro mundo. Tras la muerte de Dios sólo se dan dos posiciones: la del hombre que, angustiado y perdido, vive el fin de la civilización renunciando a los grandes objetivos, ensimismado en sus asuntos particulares, en sus pequeños intereses(“el último hombre”); o la del superhombre, el nuevo dios terrenal que dice sí a la vida con todas sus consecuencias.
Llega el superhombre…
En su camino, el superhombre se opondrá a toda difamación del mundo, a todo menosprecio por el cuerpo, a todo ascetismo. Debe dar un nuevo sentido al mundo y crear nuevos valores, en este caso fieles a la vida. ¿Cuáles son las cualidades del superhombre? Nietzsche sólo hace insinuaciones acerca de este ser (moralmente) superior: Será un espíritu libre y un corazón libre, será un creador que no cederá ante nada, pero que participará de la inocencia y la espontaneidad del niño. ¿Con qué cuenta el superhombre para crear nuevos valores? Con la voluntad de poder, la energía que toda vida en plenitud manifiesta; es la voluntad de dominar, la voluntad de ser más, de crecer. Pero la voluntad de poder no es la salvaje ley del más fuerte. Es el poder de los creadores, el poder de aquéllos que, por su propia grandeza, se adueñan de la situación.
La voluntad de poder se opone a la voluntad de igualdad. Cuanto más poderosa y creadora es una vida, más impone jerarquía y desigualdad; cuanto más débil e impotente, más impone igualdad. Los predicadores de la igualdad son aquéllos que, como las tarántulas, están llenos de veneno, de un veneno que quiere asesinar toda vida noble y superior. La voluntad de igualdad es el intento de reducir lo que es original y excepcional a ordinario y mediocre. Nietzsche polemiza contra la identificación de igualdad con justicia, identificación bien viva en la Revolución Francesa, en las propuestas socialistas y comunistas, en todas las democracias y en el cristianismo.

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