miércoles

PIENSO, LUEGO TODO EXISTE




Ya sabéis la vieja verdad cartesiana. Pienso, luego existo (lo que existe es mi mente pensante, claro, que es lo que más claramente soy yo). Esta verdad es indudable (si lo dudo ya estoy pensando, luego existiendo), por eso es verdad. ¿Pero es lo único indudable y verdadero? De ninguna manera. En primer lugar, si pienso es que pienso algo (esto es igualmente indudable: si dudo que piense en algo es que estoy pensando en eso) ¿Pero en qué pienso? Supongamos que pienso en mi pensamiento (¿qué voy a hacer, si no existe nada más?) Esta suposición ya presupone una inevitable distinción en mi mente o pensamiento, la que hay entre el pensar y lo pensado. ¿Pero qué puede hacer esta distinción en mi mente? ¿Puede el pensamiento distinguirse de sí mismo? Sólo si hay otra cosa que no sea pensamiento.

Pero además, supongamos que no existiera más que mi pensamiento o mente pensante. ¿Qué distinguiría un pensamiento verdadero de otro falso?  Nada. Ningún pensamiento sería verdadero ni falso. Pues, ¿con qué contrastaríamos lo que pensamos si nada hay más que nuestro pensar? Si pienso que todo es pensamiento, como si pienso lo contrario, no tendré ningún motivo para aseverar más una cosa que otra.
Aplíquese este argumento al resto de las facultades mentales, si es que hay otras además del pensamiento (cosa que un idealismo consecuente no podría demostrar -pues, de nuevo, qué distingue en el pensamiento de que deseo, o en el pensamiento de que siento, lo que es pensar y lo que es desear o sentir-). ¿Por qué habría de desear o sentir cosas distintas? ¿Porque habría de experimentar frustración alguna de mis deseos, si todo lo que existiera fuera yo, es decir, mi mente? El mundo sería exactamente igual a mis deseos, lo cual no parece cierto, ¿no?
Pero algo aún más importante. ¿Por qué nos parece evidente el principio cartesiano, "pienso luego existo"? ¿Tendrá este pensamiento, como cualquier otro, una cierta propensión a la lógica, es decir, al principio de identidad? ¿Cómo si no podría parecernos tan evidente, claro y distinto? Pero el criterio de evidencia no puede ser él mismo pensamiento pues, de nuevo, ¿cómo distinguir entonces lo evidente de lo que no lo es? La lógica es previa al pensar o, mejor, trascendente al pensamiento (éste es tiempo, la lógica no).
Así que, si pienso, existo; cierto. Pero si lo pienso más (insisto) existe también la lógica (¿cómo iba a engañarme, sin ella, ningún genio maligno --o es que es posible mentir sin lógica--?). Y también el mundo (¿o por que otro motivo no ocurre lo que más me gusta soñar que ocurra?). Y, sobre todas las cosas, Dios. ¿O es que no duda mi mente? Y si duda, sin duda que es imperfecta. Pero ¿qué sería de lo imperfecto sin lo Perfecto? Nada. Pero todo existe (El mundo, yo, la lógica, Dios), menos, precisamente, nada. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario