Documental "La interpretación de los sueños"
Historia del psicoanálisis
A
medida que escuchaba a sus pacientes, Freud detectó una serie de
elementos que incidían significativamente en sus trastornos. Lo
verdaderamente curioso era que los pacientes no eran conscientes de
la existencia de esos elementos. Freud se dio cuenta entonces de
que nuestras vidas son gobernadas por elementos inconscientes
(fundamentalmente se refería a los impulsos sexuales y agresivos
que reprimimos desde la más temprana infancia). Este descubrimiento
se convirtió en la base de su teoría sobre la personalidad: nuestra
personalidad se compone de una parte consciente (pensamientos,
percepciones, recuerdos no reprimidos, principios éticos adquiridos
por medio de la educación) y otra parte inconsciente,
gobernada por los impulsos sexuales y agresivos reprimidos. Nuestra
parte consciente sólo permite que se manifiesten, por un lado,
aquellos impulsos compatibles con la supervivencia y, por otro, los
que no chocan con los principios morales y estéticos aprendidos.
Todos los demás impulsos son reprimidos y almacenados en el
inconsciente (por ejemplo, un hombre se permite manifestar atracción
por una mujer, pero reprime todo deseo sexual por su madre). No
obstante, esos impulsos reprimidos tienen que encontrar salida por
algún sitio; unas veces lo hacen por cauces normales (los sueños,
los lapsus) y otras toman la forma de trastornos (alteraciones de la
conducta, somatizaciones). Para el psicoanálisis la interrelación
entre lo consciente y lo inconsciente determina nuestra personalidad,
tanto en sus aspectos normales como en sus trastornos y
perturbaciones.
La estructura de la personalidad.
Según
Freud la personalidad humana es el resultado de la interacción de
tres elementos, cada uno de ellos con sus propiedades y mecanismos
propios:
El
Ello: Es la base primitiva de la personalidad, la región de los
instintos inconscientes y de los deseos y recuerdos reprimidos. Freud
destacó tres características principales del Ello:
-
Necesidad de satisfacción inmediata. El Ello está regido por el principio del placer. Busca la gratificación automática, sin esperas ni cortapisas
-
Su irracionalidad. El Ello no tiene en cuenta las consecuencias que pueden derivarse de la satisfacción de sus deseos.
-
Su amoralidad. En la satisfacción de sus deseos tampoco tiene en cuenta las normas morales.
El
Yo: Es una parte del Ello que se desarrolla debido a la
influencia del mundo exterior. Está constituido por nuestras
percepciones conscientes, nuestros juicios, razonamientos y
recuerdos. En el Yo predomina la racionalidad y se por rige el
“principio de realidad”: trata de frenar las exigencias del Ello
hasta que se dan las condiciones adecuadas para su satisfacción
desde una perspectiva práctica y realista (de cara a la
supervivencia). Esto quiere decir que el Yo se ve obligado a menudo a
censurar al Ello, a reprimir sus impulsos. Parte de la actividad del
Yo es inconsciente («mecanismos de defensa»).
El
Super-Yo: Está constituido por las normas morales, los valores
culturales, sociales y religiosos y las prohibiciones y amenazas
éticas de la sociedad a la que se pertenece. Cada uno de nosotros ha
ido interiorizando esas normas y valores como respuesta a los premios
y castigos impuestos por sus padres. Así, aquello por lo que se nos
castiga lo incorporamos a nuestra «conciencia moral», hasta el
punto de que nos sentimos culpables simplemente si lo deseamos. Por
el contrario, todo aquello por lo que se nos recompensa lo integramos
en el «ideal del Yo» y su cumplimiento hace que nos sintamos
orgullosos de nosotros mismos. El Super-Yo es el autocontrol en base
a valores y normas que sustituye al control de nuestros padres cuando
éramos pequeños
El Super-Yo actúa como el juez que
trata de bloquear totalmente los impulsos del Ello por amenazar la
convivencia social. Según Freud, el Super-Yo también es una
estructura inconsciente
Desarrollo
de la personalidad.
S
egún
Freud, la personalidad adulta se va configurando a medida que
aprendemos a satisfacer nuestros impulsos sexuales, aprendizaje que
resulta crucial en los seis primeros años de la vida de cada cual.
Puesto que, según Freud, los impulsos sexuales no aparecen de
repente en la adolescencia, sino que están presentes en cada uno de
nosotros desde el mismo momento del nacimiento, hay que suponer que
los rasgos determinantes de la personalidad quedan prácticamente
fijados durante la infancia. A partir de ahí nos limitamos a
reelaborar esos rasgos y procuramos adaptarlos a nuestra particular
situación personal y social
Para
Freud el desarrollo de la personalidad pasa por cinco fases o etapas.
En cada una de ellas los sujetos utilizamos una determinada parte del
cuerpo como instrumento de satisfacción del impulso sexual. Esas
partes del cuerpo son llamadas zonas erógenas. Una persona
cuyas necesidades no fueron correctamente satisfechas en alguna etapa
– o que estuvo mimada excesivamente en alguna de ellas –, puede
quedar fijada en una etapa en particular y, por lo tanto, no
evolucionar adecuadamente.
-
Etapa oral (del nacimiento a los 12-18 meses): La zona erógena es la boca, a través de la cual el bebé consigue placer chupando y mordiendo. Una persona fijada en esta etapa puede, de mayor, volverse tan crédulo que se trague cualquier cosa; dependiente; sentir el mismo placer en absorber conocimientos y adquirir posesiones que el que sentía de pequeño con la comida; demostrar tendencia al sarcasmo o seguir gozando con el placer de la incorporación oral (glotón, bebedor, fumador).
-
Etapa anal (12-18 meses a los tres años): Durante el segundo año de vida la zona erógena se traslada al ano. Es el momento en el cual los bebés encuentran sexualmente gratificante el acto de retener o expulsar la heces. Si los padres son estrictos y represivos en sus métodos de educar estos hábitos, son posibles dos reacciones en el niño: retener la heces (estreñimiento) y desarrollar un carácter retentivo (obstinación, avaricia..), o bien rebelarse (expeler las heces en el momento más inoportuno) y desarrollar rasgos expulsivos de carácter (crueldad, destructividad, desorden, rabietas…). Si los padres festejan la eliminación de las heces y se valen de ruegos para su educación, el niño adquiere el sentimiento de que esa actividad es importante, lo que puede llegar a constituir, según Freud, la base de su capacidad creadora.
-
Etapa fálica (de 3 a 6 años): Está marcada por la aparición del complejo de Edipo, un conjunto de sentimientos contradictorios que se dan en el niño como consecuencia de la atracción sexual que siente por su madre. De acuerdo con el complejo de Edipo (nombre que alude a la leyenda griega según la cual Edipo, hijo de Layo y de Yocasta, mata a su padre y se casa con su madre sin saber que ambos son sus progenitores), el niño dirige sus impulsos sexuales hacia su madre (porque es la que satisface sus necesidades) al tiempo que rivaliza con su padre por el amor y afecto hacia ella. Inconscientemente, el pequeño quiere ocupar el lugar del padre, pero, reconociendo su poder, le teme. Como quiera que ha aprendido que las niñas no tienen pene, concluye que alguien se lo debe haber cortado y teme que su padre, enfadado por su intento de usurpación, haga lo mismo con él. Eso se llama complejo de castración. Con este temor, el niño reprime sus impulsos sexuales hacia su madre, deja de rivalizar con su padre y lo toma como modelo (momento en el cual empieza a fundamentarse el Super-Yo).
Si
el complejo de Edipo no se resuelve adecuadamente, puede dar lugar a
una personalidad ávida de relaciones sexuales (mito de Don Juan) o a
la renuncia de la mujer como objeto de deseo (homosexualidad)
El
complejo de Electra (en la citada leyenda griega, la hermana
de Edipo) es la contrapartida femenina del Edipo. La niña se enamora
de su padre y es ambivalente hacia su madre: teme a su madre porque
cree que le cortó el pene que, a su parecer, ella y otras niñas
tenían y ahora teme que su madre le hará cosas aún peores debido a
la rivalidad por el afecto hacia el padre; al mismo tiempo, ama a su
madre y no quiere perder su amor. Así, reprime sus sentimientos
ambivalentes y al final se identifica con su madre con la esperanza
de traer al mundo un varón que sustituya su falta de pene
Si
el complejo de Electra no se resuelve adecuadamente, la niña será
una mujer obsesionada por la conquista del varón o una persona poco
femenina.
-
Etapa de latencia (de los 6 años a la pubertad): Es un periodo de relativa calma sexual. Los niños y las niñas tienden a evitar al sexo opuesto, pero no son totalmente asexuales, pues existe cierto interés por la masturbación y las bromas orientadas al sexo.
Este
empalidecimiento del impulso y la estabilización mental permiten
afianzar el principio de realidad y el Super-Yo.
-
Etapa genital (desde la pubertad en adelante): Tiene lugar por los cambios hormonales que acompañan a la pubertad, y marca la entrada en una sexualidad madura, en la cual la principal tarea psicosexual de la persona es entrar en relaciones heterosexuales con alguien ajeno a la familia. Aparecen las primeras manifestaciones de atracción sexual, la socialización, las actividades de grupo, la preparación para la formación de una familia; se da prevalencia a la genitalidad en las relaciones sexuales... Al final de la adolescencia el niño narcisista que sólo buscaba el placer se transforma en adulto socializado, de orientación realista, entrando en la madurez.
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