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GRUPO E INDIVIDUO


Durante milenios los humanos hemos vivido formando pequeños grupos o colectividades muy próximos a la naturaleza y con reducida organización política. Es con la aparición de las ciudades cuando se da un cambio y, según los restos arqueológicos disponibles, es en las ciudades dónde surge la necesidad de regular la vida social

Los griegos, entre otros pueblos, reflexionaban sobre las ventajas y los inconvenientes de este modelo de vida. Así, el filósofo Aristóteles considera que el ser humano es un animal político. Dice textualmente "Aquel que es incapaz de vivir en sociedad o aquel que no sintiendo esta necesidad porque tiene bastante con él mismo es una bestia o es un dios y no forma parte de la ciudad." Otros animales como las abejas o las hormigas también viven en colectividades; entonces, ¿qué es lo que nos diferencia? Lo que nos diferencia de todos es el lenguaje. Sigue afirmando: "La palabra es para manifestar lo que es conveniente y lo que es perjudicial, como también lo que es justo y lo que es injusto". Las abejas y las hormigas se comunican, pero los humanos podemos llegar a acuerdos y cumplirlos, eso es lo que nos hace verdaderamente humanos: estamos condenados a entendernos.

La aparición del Cristianismo y su consolidación ha marcado profundamente el pensamiento y la manera de vivir. El mensaje evangélico anuncia que todos los humanos son hermanos y forman una comunidad siendo todos iguales ante Dios; además, anuncia que los menos considerados socialmente son los preferidos de Dios. Un mensaje muy elevado a menudo en oposición a las mismas instituciones eclesiásticas y a la vida cotidiana de muchos cristianos. A lo largo del milenio medieval, las tres religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam, marcaban las pautas sobre como los humanos se tenían que entender o como no, sobre qué era conveniente y qué era perjudicial.

Es en el Renacimiento cuando se inicia el camino de afirmación del individuo o del yo como realidad autónoma; un individuo que puede ir modulando su identidad, que con sus decisiones y esfuerzo puede hacer de él mismo un ser superior. El antropocentrismo del Renacimiento, opuesto al teocentrismo medieval, indica que cada individuo concreto tiene valor y dignidad por él mismo, siendo su obligación expresarlo en su proyecto personal de vida.

La tensión entre el peso de la colectividad en la vida personal y el afán de afirmación del individuo de no ser absorbido por el grupo o la sociedad, está presente en el mundo moderno y también hoy. Una tensión o antagonismo que el pensador ilustrado Immanuel Kant sintetizó con lo expresión "insociable sociabilidad" de los seres humanos. Por un lado, participamos de la inclinación a formar sociedad porque es en ella donde podemos desarrollar nuestras disposiciones naturales; pero, por otra, participamos de la tendencia a aislarnos, con características antisociales, para poder hacer todo lo que nos venga de gusto y sin resistencia exterior.


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