sábado

EL NACIMIENTO DE EROS

Platón. El Banquete

-   ¿Y quien es su padre -le pregunté- y quien es su madre?
-   Más largo es de explicar, pero, sin embargo, te lo diré. Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete, y entre ellos estaba también el hijo de Metis (la Prudencia), Poro (el Recurso). Una vez que terminaron de comer, se presentó a mendigar, como era natural al celebrarse un festín, Penia (la Pobreza) y quedóse a la puerta.
Poro, entre tanto, como estaba embriagado de néctar -aun no existía el vino-, penetró en el huerto de Zeus y en el sopor de la embriaguez se puso a dormir. Penia, entonces, tramando, movida por su escasez de recursos, hacerse un hijo de Poro, del Recurso, se acostó a su lado y concibió al Amor. Por esta razón el Amor es acólito y escudero de Afrodita, por haber sido engendrado en su natalicio, y a la vez enamorado por naturaleza de lo bello, por ser Afrodita también bella. Pero, como hijo que es de Poro y de Penia el amor quedó en la situación siguiente: en primer lugar, es siempre pobre y esta muy lejos de ser delicado y bello, como supone el vulgo: por el contrario, es rudo y escuálido, anda descalzo y carece de hogar, duerme siempre en el suelo y sin lecho, acostándose al sereno en las puertas y en los caminos, pues por tener la condición de su madre, es siempre compañero inseparable de la pobreza. Mas por otra parte, según la condición de su padre, acecha a los bellos y a los buenos, es valeroso, intrépido y diligente; cazador temible, que siempre urde alguna trama; es apasionado por la sabiduría y fértil en recurso; filosofa a lo largo de toda su vida y es un charlatán temible, un embelesador y un sofista. Por su naturaleza no es inmortal ni mortal, sino que en un mismo día a ratos florece y vive, si tiene abundancia de recursos, a ratos muere y de nuevo vuelve a revivir gracias a la naturaleza de su padre. Pero lo que se procura, siempre se desliza de sus ruanos, de manera que no es pobre jamás el Amor, ni tampoco rico.(...) Se encuentra en el término medio entre la sabiduría y la ignorancia. Pues he aquí lo que sucede: ninguno de los dioses filosofa ni desea hacerse sabio, porque ya lo es, ni filosofa todo aquel que sea sabio. Pero, a su vez, los ignorantes ni filosofan ni desean hacerse sabios, pues en esto estriba el mal de la ignorancia: en no ser ni doble, ni bueno, ni sabio y tener la ilusión de serlo en grado suficiente. Así, el que no cree estar falto de nada no siente deseo de lo que no cree necesitar.
-   Entonces, ¿quiénes son los que filosofan, Diótima -le dije yo-, si no son los sabios ni los ignorantes?
-   Claro es ya incluso para un niño -respondió- que son los intermedios entre los unos y los otros, entre los cuales estará también el Amor. Pues es la sabiduría una de las cosas más bellas y el Amor es amor respecto de lo bello, de suerte que es  necesario que el Amor sea filósofo, y, por ser filósofo, algo intermedio entre el sabio y el ignorante. Y la causa de estas tendencias ingénitas en él en su origen, pues es hijo de un padre sabio y rico en recursos y de una madre que no es sabia y carece de ellos.

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