jueves

COSMOPOLITAS


Jesús Mosterín
Vivir seriamente consiste en tomar las riendas de nuestra propia vida, en asumir la dirección de nuestra vida, en conducirla con el rumbo o hacia la meta deseada, lo cual presupone que deseamos mantener algún rumbo o alcanzar alguna meta.

Si todo nos da igual, si no pretendemos ir a sitio alguno, tampoco precisaremos ningún tipo de orientación. Pero si seriamente tratamos de vivir lo mejor posible, tendremos que orientarnos globalmente. Esta orientación vital ha sido proporcionada en el pasado por las religiones, pero en la mayor parte de los casos dichas orientaciones han sido formas de autoengaño.
La filosofía es un intento de buena vida basado en la verdad y en el conocimiento más objetivo posible de la realidad. Según Marx, la religión proporcionaría consuelos ilusorios para una vida infeliz. La filosofía, por el contrario, consiste en vivir realmente bien, de un modo lúcido y con los ojos abiertos.

El filósofo no hace algo meramente porque se hace, porque los demás del grupo lo hacen. El talante filosófico conduce a no aceptar sin más la religión del país en que se vive. Esta misma actitud filosófica conduce a no seguir sin más la moda que se lleva, si esta es incómoda y antifuncional; a no acudir a espectáculos crueles, como las corridas de toros o las peleas de gallos, aunque sean tradicionales; y a no proseguir las prácticas destructoras de la naturaleza, como la caza de las ballenas por parte de japoneses o noruegos, o la deforestación de la Amazonia por parte de brasileños y colombianos, aún cuando ya los propios padres la hubiesen practicado.
El filósofo rompe sus ataduras mentales con su tribu o nación, pone en cuestión las ideas y valores recibidos, y así se separa del grupo, y se eleva por encima del grupo, por lo que puede llegar a ser considerado por los sectores conformistas como un traidor. El filósofo analiza, sopesa y critica los valores de su tribu, aceptando sólo los que resisten el análisis crítico. No acepta una idea o una norma meramente por formar parte de la tradición del grupo propio, ni la rechaza por formar parte de un acervo cultural ajeno. La acepta o rechaza según que la idea sea verdad o no, o que la norma conduzca o no a vivir mejor. La filosofía es esencialmente cosmopolita (y para espíritus cerrados, peligrosa)”

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